Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

¿Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo?

 
 
Versión: 02-07-13

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Deny, le agradezco que me haya contactado y, también, sus amables palabras de felicitación, las cuales me animan y me estimulan a continuar por este camino.

“Hermano Carlos Aracil, felicidades por tener este sitio en internet y me siento regocijado por haberle encontrado,  solo tengo días estudiando sus artículos, y los considero de mucho provecho para el conocimiento sobre DIOS. (Deny)

A continuación trataré de responderle a su siguiente pregunta:

“Y a propósito del gran conocimiento que DIOS  ha puesto en usted,  me gustaría que me aclare algunas dudas que tengo sobre 2 Reyes 2:11 y Génesis   5:23-24. Mi duda es si Elías y Enoc subieron al cielo, ¿se contradice la Biblia en Juan 3:13?” (Deny)

Juan 3:13: Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

Ciertamente la Biblia registra que “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios" (Génesis 5:24).

Génesis 5:22-24: Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas.  (23)  Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. (24) Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.

Este evento insólito es confirmado en el libro de los Hebreos: “Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios…” (Hebreos 11:5).

Hebreos 11:5: Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.

Por tanto, es lógico suponer que Enoc –puesto que nunca murió– está en algún lugar del Cielo, en el Paraíso celestial, o en alguna morada celestial, con cuerpo celestial, a la semejanza del de Cristo resucitado, no como espíritu, que es imposible, sino con su cuerpo transformado. Nada más podemos decir de este patriarca antediluviano, porque nada más se ha revelado.

Más tarde, se registra un suceso semejante: “Elías subió al cielo en un torbellino”. El caso de Elías está muy claro, porque la Biblia dice que no murió sino que fue traspuesto al cielo en “un torbellino”. (2 Reyes 2:11). Es decir, él está corporalmente en el cielo, lógicamente con un cuerpo glorificado (1ª Corintios 15:49; 1ª Tesalonicenses 4:13-18), porque “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1ª Corintios 15:50).

2 Reyes 2:11: Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.

Además, Elías aparece junto con Moisés –se sobreentiende que corporalmente, en cuerpos espiritualizados– en el monte donde Jesús se transfigura –“…y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mateo 17:2)– delante de los discípulos –Pedro, Jacobo y Juan–, que pudieron ver a dos varones (o hombres s/NBJ,1998), y oír que hablaban con Él. Los evangelistas, tanto Mateo como Marcos y Lucas, identifican a estos hombres con Moisés y Elías (Mateo 17:1-9; Marcos 9:2-8; Lucas 9:28-36). Lucas especifica que aparecieron en gloria o rodeados de gloria según versiones. Si hubieran sido espíritus no hubieran sido visibles. Además, el apóstol Pedro, propuso enseguida hacer tres enramadas –tiendas, según NBJ,1998–, “una para ti, una para Moisés, y una para Elías”(17:4);  se supone que los espíritus no necesitan tiendas para habitar, pues no tienen “carne ni huesos” (Lucas 24:39).

La transfiguración

Mateo 17:1-9: Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;  (2)  y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.  (3)  Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.  (4)  Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.  (5)  Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.  (6)  Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.  (7)  Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.  (8)  Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.  (9)  Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.

Nos puede extrañar que aparezca Moisés en el monte de la Transfiguración, pues sabemos que la Biblia dice “que murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová.  (6)  Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy.  (7)  Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor.  (8)  Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés” (Deuteronomio 34:5-8).

San Judas apóstol en su epístola universal da a entender que Moisés fue resucitado y llevado al cielo (Judas 9). Enoc y Elías tipifican a los salvos que, estando vivos cuando aparezca el Señor en gloria y que serán transformados, –quiere decir, convertido lo corruptible en incorruptible, el cuerpo animal, en cuerpo espiritual (1ª Corintios 15:44,51,53)– son arrebatados al cielo a recibir a Cristo (1ª Tesalonicenses 4:13-17). Y Moisés representa a los salvos muertos, que cuando aparezca Cristo en su segunda venida, serán resucitados, y transformados sus cuerpos a semejanza del mismo cuerpo glorioso de Cristo.

En mi opinión, si Moisés no hubiese resucitado no habría podido presentarse corporalmente, junto con Elías en el monte de la transfiguración, porque no existe la vida después de la muerte sin el cuerpo. El ser humano es corporal y físico, y convertirse en espíritu sería adoptar una naturaleza para la que nunca fue creado, y que no le corresponde de ninguna manera. Por eso, la Palabra de Dios dice expresamente en Judas 9, que el cuerpo de Moisés fue rescatado por el arcángel Miguel [cuando] contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés”.

Judas 1:9: Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.

¿Qué pretende revelarnos la Palabra de Dios con la descripción de esa contienda por el cuerpo de Moisés? ¿Para qué le iba a servir a Dios rescatar un cuerpo muerto, más o menos corrompido o incluso convertido en polvo?

Lo que quiere decirnos la Palabra, con la lucha por el cuerpo de Moisés entre dos entidades celestiales que se lo disputan, no es que Dios precisara el cadáver de Moisés para poder resucitarlo. Lo que se estaba disputando es el derecho a la vida eterna de Moisés, puesto que, como todo ser humano, había pecado, y la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23); y  todavía Cristo no había muerto en su lugar, para pagar la deuda de sus pecados, por lo que era reo de muerte, y por tanto, no tenía el derecho de ser absuelto y volver a la vida. De ahí la oposición del diablo, que podía alegar que resucitar a Moisés, o cualquier otra persona, sin que se hubieran saldado sus deudas, significaba una injusticia por parte de Dios, pues el pecado quedaba impune. Sin embargo, la perspectiva de Dios es diferente, pues, Cristo había sido destinado desde antes de la fundación del mundo, para ser el Cordero sin mancha y contaminación, que por medio de su sangre preciosa, en el sacrificio de su vida, rescataría a todo aquel que en Él creyera (1ª Pedro 1:18-20; Juan 3:16).

Para Dios, que vive en la eternidad, no hay tiempo, Él vive un presente eterno. El sacrificio redentor de Cristo, como paga de la deuda del pecado, es válido desde la eternidad, porque Él se ofreció al Padre, antes de la fundación del mundo, para ser la víctima propiciatoria, el Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo (Juan 1:29). Por ese motivo, todos los creyentes que murieron antes de Cristo han recibido el derecho a la vida, a ser resucitados para vida, en el día final. Pero solo los personajes citados viven en el cielo, y posiblemente también los resucitados como primicias de la resurrección de Cristo, y que cita el Evangelio de san Mateo:

Mateo 27:52-53: y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;  (53)  y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.

Resumiendo, por todo lo expuesto arriba, creo haber probado que ni Moisés ni Elías estaban durmiendo en el sueño de la muerte en el sepulcro, y que tampoco eran espíritus desencarnados, sino hombres cuyos cuerpos fueron transformados en cuerpos celestiales o espirituales a semejanza del cuerpo resucitado de Cristo. Los seres humanos no pueden vivir desencarnados, como espíritus puros, porque esa dimensión es extraña a la naturaleza humana, y a su esencia como criaturas de Dios distintas a los ángeles, que sí son espíritus puros.

2. Si Elías y Enoc subieron al cielo, ¿se contradice la Biblia en Juan 3:13?

 ¿Cómo podemos entender las Palabras de Jesús: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Juan 3:13)?

Para entender estas palabras de Jesús, aparentemente enigmáticas hay que situarlas en su contexto. Él está hablando con Nicodemo, fariseo y principal entre los judíos –Jesús le llama “maestro de Israel” (Juan 3:10)–, que había acudido a Jesús porque pensaba que por todas las señales que hacía, Él había venido de Dios (Juan 3:1-2). Pero, Jesús no se anda por las ramas sino que directamente le revela “que el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” (Juan 3:3); y, ante la perplejidad de Nicodemo, le aclara, añadiendo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).  Esta declaración de Jesús es esencial porque atañe directamente a la salvación de cada ser humano. Por tanto es vital que toda persona la conozca y la considere verdadera e imprescindible para entrar en el Reino celestial.

Sin embargo, lo único que garantiza la certeza o verdad de esta importante declaración de Jesús es que, precisamente, Él proviene del Cielo pues solo alguien que procede del Cielo conoce lo Celestial, o sea, los asuntos de Dios para la salvación de la humanidad. Así lo prueban los siguientes textos:

Juan 3:31-35:  El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.  (32)  Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.  (33)  El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.  (34)  Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.  (35)  El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.

Juan 7:16-17:  Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.  (17)  El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.

Juan 8:26-28: Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.  (27)  Pero no entendieron que les hablaba del Padre.  (28)  Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.

Juan 12:48-50: El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.  (49)  Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.  (50)  Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.

Juan 14:23-24: Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.  (24)  El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

Juan 1:18: A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

El contexto en que se produce la aparente enigmática declaración de Jesús citada en el verso 13, indica que Cristo está testificando de lo que ha visto  y oído en el Cielo, y es enviado para dar a conocer a Dios (Juan 1:18), y Su voluntad para con los hombres.

Juan 3:11-13: De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.  (12)  Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?  (13)  Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

La revelación que nos da Jesús es celestial proviene de Dios, y nadie de la Tierra ha podido subir al cielo para luego descender y dar a conocer a Dios, y los asuntos celestiales que afectan a la salvación de la humanidad, sino solo Él mismo, como Hijo del Hombre e Hijo de Dios, el Verbo que era con Dios y era Dios (Juan 1:1).

3. Conclusión

Parafraseando un poco la declaración de Jesús, quizá podríamos entenderla mejor; por ejemplo, enunciándola así: “Nadie que haya subido al cielo ha bajado del mismo sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. Éste, solo Él que proviene del Cielo, ha descendido para revelarnos las cosas celestiales que son esenciales para la salvación de los seres humanos. Es decir, el énfasis no está en que “nadie subió al cielo” sino en el hecho que aunque haya habido alguien que haya subido, nunca habrá podido descender para revelar las cosas celestiales, pues ellas solo corresponden a Dios, y ningún ser humano tiene acceso a Dios excepto “el Hijo del Hombre que está en el cielo”. Al mismo tiempo, esta ubicuidad u omnipresencia –Jesús está en la Tierra– pero como Dios que es omnipresente y también está en el Cielo simultáneamente.

Esperando haber sabido comprender su comentario y, haberle ayudado en algo, me despido, quedando a su disposición en lo que pueda servirle.

 

Afectuosamente en Cristo.

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

 

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