Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

¿Está vigente la ley de animales puros e impuros para el cristiano?

 
 
Versión: 31-01-14
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Como suele ser mi costumbre no abordo este interesante tema por propia iniciativa sino a instancias de la estimada hermana Diana, que me escribió, el pasado veinticinco de enero, lo siguiente:

“Hermano Carlos, reciba un cordial saludo en Cristo nuestro Señor, le agradezco por haber leído mi mensaje y lo más importante por responder  a mis inquietudes y dudas que me han surgido, pues después de esta experiencia en la iglesia adventista ya dudamos de todas las enseñanzas que recibimos allí. Ahora nos remitimos a la Palabra del Señor y lo que más anhelamos es hacer la voluntad de nuestro Padre Celestial; y en verdad su página web ha sido de gran ayuda tanto para mi esposo como para mí.

“Queremos preguntarle acerca de los alimentos, aunque en mi hogar no consumimos cerdo, sí nos gustaría saber si aún hay alimentos prohibidos por el Señor o no, pues al leer sus estudios podemos ver que todo lo que está escrito está sustentado bíblicamente porque realmente lo ha demostrado con un ESCRITO ESTÁ.

“En estos momentos mi esposo y yo estamos muy ansiosos por conocer mucho del Señor y quizás es ahí cuando nuestro Padre Celestial revela sus verdades a quien lo busca y desea seguir su camino; hay dos hermanas en Cristo que quieren estudiar con nosotros, ya que el tema del folleto trimestral de escuela sabática pasada fue acerca del Santuario, y les hicimos ver que el Señor no pasó del Lugar Santo al Lugar Santísimo en 1844, y esto ha hecho que ellas también quieran estudiar realmente la Palabra del Señor. Hermano Carlos gracias por su atención que nos presta y por su valiosa información.

“Que el Señor lo continúe bendiciendo grandemente.”

(Diana)

Me alegro que mi página web, les haya servido de ayuda para averiguar la verdad acerca de las dos principales doctrinas que dan carácter a la Iglesia adventista, distinguiéndola enormemente de todas las demás iglesias evangélicas. Sobre la primera enseñanza –la observancia del reposo sabático obligatorio según leyes y reglamentos del AT–, he escrito –hasta el momento presente– unos treinta artículos en los que he tratado de demostrar bíblicamente que nunca ha sido de aplicación para los cristianos. La segunda doctrina que configura la personalidad de la citada Iglesia es la creencia de que Jesucristo empezó un juicio investigador en el año 1844 d.C., cuando, según las creencias adventistas, Jesús pasó del Lugar Santo al Lugar Santísimo del Santuario Celestial.

En el correo anterior que les envié les indicaba dos artículos, que les podrían resultar interesantes para resolver las dudas que me plantearon acerca de la peculiar doctrina adventista citada antes. Vuelvo a presentar sus enlaces en este artículo, para que puedan fácilmente acceder a esta información cualquier lector de mi web, que tenga también interés en aclarar el tema citado anteriormente sobre el error adventista del año 1844 d.C.:

La profecía de los 2.300 días-años y el juicio investigador
Por qué no soy adventista

Les animo a que tanto usted como su esposo no dejen de estudiar diariamente una porción del Nuevo Testamento, y hagan como los hermanos de la ciudad de Berea de los tiempos del apóstol Pablo, pues “éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así (Hechos 17:11-13).

Por otro lado, es muy bueno para ustedes –como les decía en mi escrito anterior– que se reúnan con otros hermanos y estudien la Palabra de Dios juntos. Por eso debe ser muy gratificante para ustedes que puedan compartir ese estudio con esas dos hermanas que citan en su correo. Estoy seguro, que pronto formarán un buen grupo de estudio, oración y alabanza a Dios en los hogares. Y entonces deberán preparar previamente los temas de estudio, que más interesen al grupo. Les aconsejo que lean el libro que les recomendé la vez pasada –“Reconsiderando el odre”– porque les ayudará a liderar o administrar el grupo de estudio de la Biblia.

Pero ahora, ustedes se preguntan:

¿La ley sobre los animales limpios e inmundos –los que Dios permitió y prohibió comer, respectivamente, cuya lista aparece en Levítico 11 y Deuteronomio 14:3-21– sigue vigente para los cristianos?

Lo cual trataré de responder a lo largo del cuerpo de este estudio bíblico.

2. La clasificación o distinción de los animales en dos grupos –limpios e inmundos, o bien, puros e impuros– ya era conocida por el fiel patriarca Noé.

La distinción entre animales limpios e inmundos la encontramos en varios libros del Antiguo Testamento (Génesis 7:2,8; 8:20; Levítico 11:1-47; 20:25; Deuteronomio 14:3-21). La primera referencia a animales limpios e inmundos se registra en el libro de Génesis (7:2), cuando Dios, ordena a Noé poco antes de enviar el Diluvio, que lleve al arca “De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra”.

Génesis 7:1-3: Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación.  (2)  De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra.  (3)  También de las aves de los cielos, siete parejas, macho y hembra, para conservar viva la especie sobre la faz de la tierra.

Génesis 7:8-9: De los animales limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves, y de todo lo que se arrastra sobre la tierra,  (9)  de dos en dos entraron con Noé en el arca; macho y hembra, como mandó Dios a Noé.

Sin embargo, en estos textos, no se proporciona una lista con las características para poder distinguir los dos grupos entre sí, por lo que se sobreentiende que Noé necesariamente era capaz de identificar cuáles pertenecían a los limpios y cuáles no.

¿Acaso prohibió Dios a Noé comer la carne de alguno de los dos grupos de animales?

No encuentro aquí ninguna prohibición excepto que “carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Génesis 9:4).

Génesis 9:3-5: Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo.  (4)  Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis.  (5)  Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre.

Notemos que Dios dice que se puede comer de “todo lo que se mueve y vive”, “así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo” (Génesis 9:3). La única prohibición es comer la carne sin haber desangrado previamente la misma. Este mandato de abstenerse de tomar la sangre de los animales se confirma con las leyes que Dios dio a Moisés unos ochocientos o novecientos años después del Diluvio (Lv. 7:26-27; 17:10-14; 19:26; Dt. 12:16, 23; 15:23).

Levítico 17:10-14: Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo.  (11)  Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.  (12)  Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre.  (13)  Y cualquier varón de los hijos de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, que cazare animal o ave que sea de comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra.  (14)  Porque la vida de toda carne es su sangre; por tanto, he dicho a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que la comiere será cortado.

A propósito, hago este inciso para explicar que la Organización de los “Testigos de Jehová” se fundamenta en los textos citados, en el párrafo anterior, para prohibir a sus miembros recibir transfusiones de sangre, cuando las necesitan por prescripción médica. Esto es un error grosero porque si la sangre es vida –tanto la de los animales como la de los humanos–, Dios nunca nos prohibiría transfundir sangre humana a otro ser humano que la necesita para poder seguir viviendo, porque ello significa proporcionar vida con su sangre, que es “la vida de la carne”. No hay mayor amor que éste: dar la vida a otra persona.

Fijémonos que los “Testigos de Jehová” confunden o hacen equivalente el comer la sangre de los animales con recibir una transfusión de sangre, no animal sino humana; ¿cómo pueden ellos ser tan ciegos y obstinados –permitiendo que las enseñanzas de su poderosa organización, la Watch Tower, les lavara el cerebro, como para no ser capaces de distinguir entre comer la sangre animal que es lo que prohíbe Dios con recibir sangre humana por vía intravenosa a fin de recibir vida?

Dejando aparte esa cuestión que no corresponde al tema que nos ocupa, ahora debemos preguntarnos:

¿Por qué hizo Dios esa diferencia entre animales limpios e inmundos?

¿No fue Él, acaso, el Creador de todos ellos? ¿Por qué, entonces, unos son limpios o puros, y, sin embargo, otros, son inmundos o impuros?

¿No habrá tenido Dios razones rituales o ceremoniales para realizar esta distinción o clasificación? Dejemos que sea la Palabra de Dios la que responda:

Génesis 8:20: Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar.

El texto anterior es muy significativo y clave para entender que Dios clasificó a los animales en dos grupos o tipos, a fin de que Su pueblo –el patriarca Noé es aquí Su representante– supiera distinguir entre los animales que son aptos para los sacrificios u holocaustos expiatorios, y los que no lo son.

Notemos, que Noé solo podía ofrecer a Dios holocausto “de todo animal limpio y de toda ave limpia”. Lo que nos da a conocer, en primer lugar, que Noé sabía perfectamente cuáles eran esos animales y aves limpios. En segundo lugar, que el Plan redentor de Dios, que consistiría en el derramamiento de la sangre de Su Hijo a cambio de las vidas de los pecadores, era conocido por Noé, pues fue comunicado a Adán, inmediatamente a su caída (Génesis 3:15); y transmitido oralmente de generación en generación; recordemos que Abel sacrificó “de los primogénitos de sus ovejas, de los más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Génesis 4:4).

Dios mismo sacrificó los primeros animales para hacer “al hombre –Adán– y a su mujer – Eva– túnicas de pieles, y los vistió” (Génesis 3:21). Lo que claramente simboliza el vestirlos de la justicia del “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). En la Santa Biblia no hay más que dos tipos de vestido, el que procede de las manos del hombre que siempre es vil (Zacarías 3:3) –símbolo de nuestra propia justicia–, o el que nos proporciona Dios que son las “vestiduras blancas” de la justicia de Cristo que es lo único que puede cubrir “la vergüenza de tu desnudez” (Apocalipsis 3:18: Cf. 3:4,5; 6:11; 7:13; Ro. 13:14).

Apocalipsis 3:18: Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.

Romanos 13:14: sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.

3. ¿Cuáles son los animales limpios e inmundos, o bien, puros e impuros según las Sagradas Escrituras?

Damos un salto en la historia, y desde los tiempos  de Noé pasamos a Moisés (hacia el 1500 a.C.). Israel se encuentra bajo la esclavitud de los faraones egipcios. Dios libra a su pueblo escogiendo a Moisés, y enseguida –antes de darles la ley del Sinaí, establece la fiesta de la Pascua, como recordatorio de su milagrosa liberación de la esclavitud, que consiste en inmolar unos animales machos, “de las ovejas o de las cabras” (Éxodo 12:5); les pide la consagración de los primogénitos, les da el “maná” y junto a ello les exige el reposo del séptimo día de la semana, para enseñarles a obedecer (Éxodo 16:4-5; Levítico 23:3), que más tarde será la señal del Pacto Antiguo que Dios hace con Su pueblo, al darles la Ley del Sinaí (Éxodo 31:12-17).

El corazón de esta ley es el Decálogo (Éxodo 20:1-17), pero se acompaña con el libro de la Ley, que contiene todo tipo de leyes para el gobierno de Israel, como las leyes sobre los esclavos, sobre responsabilidades de amos y esclavos, sobre la restitución, humanitarias, etc. Luego les ordena la construcción del Tabernáculo, con todos sus utensilios, y la sistematización de los sacrificios de animales, por medio de sus sacerdotes; etc.; todo ello prefigurando el gran y único sacrificio válido que sería el de Cristo.

Finalmente, Dios proporciona a Israel unas características sencillas que distinguirían a los animales limpios o puros – los que se les permite comer su carne– de los inmundos o impuros, que se les prohíbe comer. Podemos encontrar estas instrucciones tanto en el libro de Levítico (11:1-47), como en el de Deuteronomio  (14:3-21). Pero, para que nadie pudiera confundirse, se dan, como ejemplos, unas listas bastante extensas de animales terrestres y aves, tanto de los animales limpios como de los inmundos.

La regla para reconocer a los animales terrestres cuya carne es comestible es: “Estos son los animales que comeréis de entre todos los animales que hay sobre la tierra. (3) De entre los animales, todo el que tiene pezuña hendida y que rumia, éste comeréis” (Levítico 11:2,3; Dt. 14:6). Esto se refiere a los animales que viven sobre la tierra.

Respecto a los que viven en el agua, hay también otra regla muy fácil de recordar: “Esto comeréis de todos los animales que viven en las aguas: todos los que tienen aletas y escamas en las aguas del mar, y en los ríos, estos comeréis” (Levítico 11:9).

Es decir, los animales puros que están permitidos comer, tanto los que hay sobre la tierra como los que viven en el agua, cuya carne es permitida comer deben poseer ambas características citadas antes a la vez; no solo una de ellas sino las dos. Las rasgos, pues, que los identifican son: la “pezuña hendida y que rumia”, y “todos los que tienen aletas y escamas”, respectivamente.

Con relación a las aves no se indican unas reglas tan claras como la de los animales citados arriba. No obstante, se registra una lista bastante extensa de las aves cuya carne se prohíbe comer: “el águila, el quebrantahuesos, el azor,  (14)  el gallinazo, el milano según su especie;  (15)  todo cuervo según su especie;  (16)  el avestruz, la lechuza, la gaviota, el gavilán según su especie;  (17)  el búho, el somormujo, el ibis,  (18)  el calamón, el pelícano, el buitre,  (19)  la cigüeña, la garza según su especie, la abubilla y el murciélago.  (20)  Todo insecto alado que anduviere sobre cuatro patas, tendréis en abominación” (Levítico 11:13-20).

De este listado se puede deducir que las aves comestibles son todas aquellas que no poseen ese tipo de garras en sus patas, y que además no sean carroñeras. También es permitido comer algunos tipos de  “insectos alados”, la langosta según su especie, el langostín o saltamontes, etc.” (Levítico 11:20-23). No obstante, recomiendo leer todo el capítulo once del libro de Levítico, y también parte del capítulo catorce de Deuteronomio (3-21), para obtener una información más completa.

Levítico 11:20-23: Todo insecto alado que anduviere sobre cuatro patas, tendréis en abominación.  (21)  Pero esto comeréis de todo insecto alado que anda sobre cuatro patas, que tuviere piernas además de sus patas para saltar con ellas sobre la tierra;  (22)  estos comeréis de ellos: la langosta según su especie, el langostín según su especie, el argol según su especie, y el hagab según su especie.  (23)  Todo insecto alado que tenga cuatro patas, tendréis en abominación.

Por lo tanto, todo animal que no reúna estas cualidades o rasgos, se considerara inmundo y no apto para la alimentación del pueblo de Israel. De ahí que los judíos, al guardar la Torá, deben siempre atenerse a comer estrictamente solo alimentos “kosher o kasher”, que significa “apto”, que no son otros que los que cumplen las reglas enunciadas en los textos citados arriba. Por eso a ellos, y a los adventistas, que también consideran vigentes estas leyes, les está prohibido comer alimentos tan usuales como son la carne de cerdo, y todos sus derivados, conejo, liebre, y otros que viven en el agua como los denominados “mariscos” o cualquier tipo de crustáceos.

4. ¿La ley sobre los animales limpios e inmundos –los que Dios permitió y prohibió comer, respectivamente, cuya lista aparece en Levítico 11 y Deuteronomio 14:3-21– sigue vigente para los cristianos?

Las leyes del Antiguo Testamento –lo que los judíos denominan la Torá, y los cristianos, los libros de la Ley o Pentateuco– nunca fueron de aplicación para los cristianos, salvo los principios morales que han sido, posteriormente ratificados o confirmados en el Nuevo Testamento. Dios dio esas sabias leyes a Su pueblo para que éste fuese gobernado como una teocracia, y, si Israel le hubiera obedecido en todo, habría sido luz para todas las naciones paganas que le rodeaban. Pues Jehová era su Juez, su Legislador y su Rey (Isaías 33:22). Pero “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él” (Lucas 16:16).

Pero debemos volver a plantearnos la misma pregunta que anteriormente:

¿Por qué hizo Dios esa diferencia entre animales limpios e inmundos?

Al principio de este estudio bíblico comprobamos que el patriarca Noé ya conocía que Dios había clasificado a los animales en dos grupos –limpios y no limpios– porque Él le ordenó que introdujera en el arca siete parejas de los primeros, y solo una pareja de los segundos (Génesis 7:2-3). También llegamos a la conclusión que esta clasificación entre animales limpios e inmundos fue hecha por Dios a efectos de los sacrificios rituales o ceremoniales, pues solo los holocaustos de animales limpios eran gratos para Él; por este motivo solo éstos podían ser ofrecidos a Dios.

Génesis 8:20: Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar.

Sin embargo, en el Pacto que Dios hace con Israel mediante Moisés, ya le proporciona unas listas muy definidas de qué animales se consideraban puros o limpios y cuáles impuros o inmundos; pero además, añade la prohibición de comer los inmundos o impuros. Y la razón o motivos que ahora Dios agrega es para que “no contaminéis vuestras personas con los animales, ni con las aves, ni con nada que se arrastra sobre la tierra, los cuales os he apartado por inmundos” (Levítico 20:25-26).

Levítico 20:25-26: Por tanto, vosotros haréis diferencia entre animal limpio e inmundo, y entre ave inmunda y limpia; y no contaminéis vuestras personas con los animales, ni con las aves, ni con nada que se arrastra sobre la tierra, los cuales os he apartado por inmundos.  (26)  Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.

Israel fue escogido por Dios y debía de ser “un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra”, “santo a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 14:1-4). Esto implicaba no contagiarse de las prácticas paganas de los pueblos que le rodeaban. Tenía que ser “santo”, es decir, apartado, separado de toda impureza moral o ritual, que significara aquiescencia con las prácticas corrompidas del mundo pagano, con su culto a los muertos, a los ídolos, y falsos dioses, y a los sacrificios que les hacían, etc. Debían evitar, por tanto, todo tipo de contaminación física, que podría llevar aparejada también la moral, por la posible simpatía que les pudiera surgir hacia los ritos paganos.

Deuteronomio 14:1-4: Hijos sois de Jehová vuestro Dios; no os sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto.  (2)  Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra. (3)  Nada abominable comerás.  (4)  Estos son los animales que podréis comer: el buey, la oveja, la cabra,…

Sin embargo, para Dios lo esencial no es la contaminación o impureza física –cuando ésta no conduzca necesariamente a la depravación moral– sino fundamentalmente la impureza moral (Isaías 1:16; Jeremías 33:8; Salmo 51:10; Mateo 15:10-20; 23:24-26; Marcos 7:15,23; 1 Corintios 8:4-13; 10:23-33; Hebreos 12:15; Santiago 3:6).

Isaías 1:16: Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo;

Jeremías 33:8: Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron.

Salmos 51:10: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.

Jesucristo dejó muy claro  que lo que contamina moralmente no es “todo lo que entra por la boca [que] va al vientre, y es echado en la letrina” (Mateo 15:17); “Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos” (Marcos 7:19). Veamos un poco de contexto de los citados pasajes:

Mateo 15:17-20: ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?  (18)  Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. (19) Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.

Marcos 7:18-23: Él les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar,  (19)  porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos

¿Está enseñando Jesús que ya no hay alimentos impuros, o animales cuya carne, la ley de Moisés –que es también ley de Dios– prohíbe comer?

En mi opinión, Jesús, al considerar limpios todos los alimentos sin excepción, les quita la impureza ritual, que en el Antiguo Testamento se les había dado a algunos de ellos, por los motivos explicados arriba. Él deja bien claro que no existe alimento alguno que contamine ritual o moralmente.

Pero ¿eso quiere decir que podemos comer de todo, sin discriminar entre los alimentos, que científicamente están probados, que son más adecuados y saludables, de los que, por el mismo procedimiento, se reconocen que son menos saludables, porque poseen sustancias nocivas o incluso intoxicantes?

¿Podemos sacar la conclusión de que cualquier cosa que se ingiera no tiene algún tipo de consecuencias físicas en el organismo humano?

Naturalmente que no; pues si llevamos una dieta alimentaria desequilibrada o inadecuada, por ejemplo, comer carne diariamente, que sea rica en grasa saturada, y que también puede producir ácido úrico y otras sustancias tóxicas de desecho, estamos provocando que nuestro cuerpo humano a la larga enferme y se acorte su longevidad. De ahí, que no debamos menospreciar la sabiduría de Dios que se encuentra detrás de algunas leyes veterotestamentarias, que aunque rituales, pueden contener también importantes principios higiénicos – corroborados por la ciencia de hoy día–, y que tienen como finalidad preservar la salud física del ser humano. El siguiente texto es un ejemplo:

Levítico 3:17: Estatuto perpetuo será por vuestras edades, dondequiera que habitéis, que ninguna grosura ni ninguna sangre comeréis.

Aunque, sin duda, en el texto citado arriba existen razones de tipo ritual para la prohibición de comer la grasa y la sangre de los animales, también pueden existir razones higiénicas, como dije antes, pues la ciencia lo avala. Por otro lado, los cristianos, puesto que nuestra ley es el Nuevo Testamento entero, debemos obedecer la instrucción dada por el Espíritu Santo “que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis” (Hechos 15:29). 

Hechos 15: 28-29: Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: (29) que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien. 

Por lo tanto, deduzco que la ley de los animales limpios e inmundos, que prohíbe comer de estos últimos –al estar relacionada con la pureza ritual y los sacrificios expiatorios del Antiguo Pacto, sombra y figura de Cristo– no está vigente para los cristianos; puesto que el Nuevo Testamento, no solo no la confirma sino que la da por abrogada, al igual que el resto de leyes por las que se regía el Antiguo Pacto (Romanos 14:14-23; Colosenses 2:16-17; Hebreos 7:12; 9:9-10; 10:1).

Romanos 14:14-23: Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.  (15)  Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.  (16)  No sea, pues, vituperado vuestro bien; (17) porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. (18) Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. (19) Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. (20) No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias;; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.  (21)  Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite. (22) ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.  (23)  Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

El apóstol Pablo no pudo ser más claro en los textos citados de la epístola a los Romanos, pues quita toda la impureza ritual asignada por Dios a algunos animales, a causa del sistema sacrificial del Antiguo Pacto, que prefiguraba el sacrificio redentor de Cristo en la cruz. San Pablo confirma las palabras de Jesús diciendo: nada es inmundo en sí mismo” (Romanos 14:14); y, por si nos quedaban dudas, “Todas las cosas a la verdad son limpias” (Romanos 14:20). Pero, notemos que él nos advierte, que “el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23).

Esto quiere decir, que debemos hacer lo que en conciencia creemos que es justo y agradable a Dios: “Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente” (Romanos 14:5). Por eso, si creemos que esta ley de impureza de ciertos animales, o cualquier otra de la Biblia sigue vigente, debemos ser fieles a la fe que profesamos, y nunca forzar nuestra conciencia, hasta que ésta sea convencida perfectamente de la verdad; pero aun así, “si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor.  (28)  Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud.  (29)  La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro (1ª Corintios 10:28-29)

San Pablo sigue argumentando que ¿por qué debemos tener cuidado con lo que practicamos para no herir la conciencia del otro? Pero él lo explica mucho mejor y de otra forma: “Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?  (30)  Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias?  (31)  Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.  (32)  No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios;  (33)  como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. ((1ª Corintios 10:29-33).

La clave está en que “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1ª Corintios 10:32). Es decir, aunque lo que hagamos sea lícito, si con ello provocamos el escándalo de algún hermano débil en la fe debemos evitarlo en cuanto nos sea posible.

1 Corintios 10:23-24: Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. (24) Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.

Ahora, completamos la argumentación con unos pocos pasajes más:

Colosenses 2:16-17: Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo,  (17)  todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.

Hebreos 7:12: Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;

Hebreos 9:9-10: Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, (10) ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.

Hebreos 10:1: Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.

“Nadie os juzgue en comida o en bebida”, es decir,  ningún principio moral se transgrede al comer la carne de lo que la Ley califica de animales impuros o inmundos. Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: (29) que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15: 28-29).  

No obstante, es recomendable leer todo el capítulo quince del libro de Hechos de los Apóstoles; porque allí –en la Iglesia de Jerusalén– se registra un interesantísimo debate que plantearon “algunos de la secta de los fariseos, que habían creído”, es decir, judíos convertidos al cristianismo – empeñados en judaizar a los cristianos de origen gentil–, los cuales “se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5). Si leemos el contexto comprobaremos que la iglesia cristiana primitiva se había reunido en Jerusalén para decidir, en una especie de “concilio”, si era necesario, a los cristianos gentiles, “circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés”. Esta fue la mejor ocasión, que ni “pintada” a propósito, para legislar sobre la vigencia de las leyes de Dios del Antiguo Testamento. Pero ¿qué pasó? ¿Cuál fue la respuesta de los apóstoles a los judaizantes de entonces y para los de hoy día? Veámoslo:

Hechos 15: 6 -11: Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. (7) Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. (8) Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; (9) y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.  (10)  Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?  (11)  Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos

Siento mucho que los “judaizantes” de hoy día sean decepcionados con la respuesta que les dio el apóstol Pedro en nombre de toda la Iglesia cristiana primitiva, pero él confirmó, que solo por la gracia del Señor Jesús seremos salvos. (Hechos 15:11).Y que “ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: (29) que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15:28-29).

Una explicación más amplia sobre los textos citados arriba la he desarrollado en el siguiente artículo:

¿Qué significa abstenerse de sangre y de ahogado?

5. “Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano” (NBJ,1998: Hechos 10:15).

Como hemos podido observar a lo largo de este estudio, los israelitas no solo seguían al pie de la letra las leyes sobre la pureza ritual, no solo las ya mencionadas sobre los animales limpios e inmundos, sino muchas más  registradas en la Torá o Pentateuco, pero que ahora sería prolijo enumerar, y además innecesario. En mi opinión, ellos habían añadido otras normas de impureza que solo eran fruto de la tradición; por ejemplo, su obsesión de lavarse las manos constantemente por temor a contaminarse –no de microbios– sino de impureza ritual: “Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén; (2) los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. (3) Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.  (4) Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos.  (5)  Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?  (Marcos 7:1-5)

Y ya sabemos lo que les respondió Jesús:

Marcos 7:6-23: Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra,  Mas su corazón está lejos de mí. (7) Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. (8) Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. (9)  Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. (10) Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. (11) Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, (12) y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, (13) invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.  (14)  Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: (15) Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.  (16)  Si alguno tiene oídos para oír, oiga. (17) Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.(18) Él les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar,  (19)  porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos.  (20)  Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.  (21)  Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,  (22)  los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. (23) Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.

A continuación doy otro ejemplo de cómo, los israelitas, a pesar de tener tanto miedo a perder su pureza ritual, no tuvieron escrúpulo alguno en condenar y entregar a Jesús a Pilato:

Juan 18:28: Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.

El mismo apóstol Pedro tuvo que reconocer “cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero;” y tuvo Dios que darle la visión que citaremos seguidamente, para que a él se le quitaran los citados escrúpulos, y, pudo confesar convencido “a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo;” (Hechos 10:28). 

Hechos 10:9-16: …Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta.  (10)  Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; (11) y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra;  (12)  en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. (13) Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.  (14)  Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.  (15)  Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.  (16)  Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.

Notemos, que, aunque simbólicamente, Dios le está confirmando a Pedro la no vigencia de la ley sobre animales limpios e inmundos, pues le manda que coma de los animales inmundos, pero “Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”.  (Hechos 10:14).  Pero la voz le dijo hasta tres veces: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. (Hechos 10:14). 

Si leemos el capítulo diez de Hechos, desde el principio veremos que esta visión está relacionada con otra que recibió el “piadoso y temeroso de Dios”, “Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana” (Hechos 10:1-2). La visión que recibe Cornelio es de un ángel de Dios, que le manda que envíe “hombres a Jope” para hacer venir al apóstol Pedro, a fin de que éste le predique la Palabra de Dios, y puedan Cornelio y su casa ser salvos (Hechos 10:3-6, 34-48). Aunque la visión tiene el principal propósito de hacer que Pedro dejara de tener escrúpulos de juntarse con incircuncisos (ver Gálatas 2:11-14), no cabe duda que añade una prueba más contra los judaizantes, que todavía pretenden mantener vigentes la ley de animales puros e impuros.

6. Conclusión

Las leyes del Antiguo Testamento nunca fueron de aplicación para los cristianos salvo los principios morales que han sido, posteriormente ratificados o confirmados en el Nuevo Testamento. Aunque todo cristiano puede estar tranquilo respecto a que para él no rige ninguna prohibición de comer carne de animales impuros, y por lo tanto, si come de ellos no se contaminará ritualmente, si puede contaminarse físicamente. Porque hay alimentos que son más saludables o higiénicos y adecuados para la alimentación humana que otros. Eso es algo comprobado científicamente. Un cristiano puede comer de todo, pero no todo le conviene para su salud; o como dijo, muy sabiamente, el apóstol Pablo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Corintios 10:23).

Personalmente, jamás me atrevería a ingerir ciertos “animalitos” o “bichitos” o “gusanos”, arañas, “cualquier tipo de animal de la familia de los reptiles o de los insectos”, que he visto por televisión, que venden en ciertos mercados asiáticos. Tampoco tomaría carne de caballo, camello, perro, gato, etc. Es más me negaría rotundamente a comer de todo lo citado; claro que no sé qué haría en un caso de supervivencia extrema.

En general, no soy partidario de tomar carne, aunque de vez en cuando, no tengo inconveniente en tomarla, como por ejemplo, la de pavo, pollo, e incluso carne de cerdo, y lo que se obtiene de él –el jamón. Pero soy mucho más partidario de los pescados azules –caballa, sardina, atún, bonito, anchoa, etc.–, porque tengo entendido, que estos pescados contienen “omega 3”, que es una grasa esencial para la salud de nuestro cuerpo.

En cualquier caso, la alimentación debe ser equilibrada porque nuestro cuerpo se forma de lo que comemos. Debemos evitar las grasas saturadas que producen el fatídico colesterol que al estrechar nuestras arterias, disminuye los años que podemos vivir; lo básico en nuestra dieta deberían ser las verduras, hortalizas, legumbres, cereales y frutas. Por supuesto, evitar completamente toda bebida que contenga alcohol, aunque los médicos recomiendan que un poco de vino en la comida principal es saludable (como máximo, medio vaso al día). Y sobre todo hacer ejercicio físico diario y caminar a pie todo lo que se pueda.

Como cristianos, estaría bien tener el principio general de no tomar alimentos que puedan perjudicar la salud; pues todo cristiano sabe que su cuerpo es templo del Espíritu Santo; y, por tanto, en lo que dependa de nosotros deberíamos tratar de no contaminar físicamente nuestro cuerpo. Y para conseguir este fin, tenemos que estar informados de lo que las autoridades sanitarias recomiendan en general, y para otros casos específicos; por tanto, aunque aprecio, por su indudable sabiduría, las leyes que aparecen en Levítico 11, y Deuteronomio 14, me dejo guiar, esencialmente, por lo que los científicos y médicos recomiendan para conservar una mejor salud.

Sin embargo, aunque los médicos o la Ciencia recomendaran comer reptiles o insectos o algún tipo de animal doméstico, como el caballo, etc., los cristianos no deberíamos de usarlos para la alimentación, habiendo otro tipo de alimentos que son más adecuados, pues los citados no los ha hecho Dios para nuestra alimentación, salvo en casos extremos de supervivencia. Por ejemplo, el cerdo y sus derivados, como el “jamón” no tienen por qué considerarse prohibidos, pues no hay ninguna ley en el Nuevo Testamento que los prohíba, que es lo único que nos afecta, y es también Ley para todo cristiano.

El apóstol Pablo, también afirmó que “De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia” (1 Corintios 10:25). Sé que algunos alegarán, en primer lugar, que posiblemente, en las carnicerías de Corinto a que se refiere Pablo solo vendían productos Kosher o Kasher, es decir, solo carne de los animales considerados puros en Levítico 11. Pero eso no creo que se pueda probar. En segundo lugar, dirán que el Apóstol se refiere a que a los cristianos no necesitaban saber, ni preguntar, si la carne de esos animales había sido previamente ofrecida o sacrificada los ídolos, como solían hacer los paganos. “Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios” (1 Corintios 8:4). Pero Pablo nos da a continuación unas importantes normas para no escandalizar o socavar la fe de los débiles.

1 Corintios 8:7-13: Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina.  (8)  Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos.  (9)  Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.  (10)  Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? (11) Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.  (12)  De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.  (13)  Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.

¿Por qué se contamina el débil al comer la carne sacrificada a los ídolos y el fuerte en la fe no se contamina?

En mi opinión, porque el débil no puede evitar creer que esa carne sacrificada a los ídolos obtiene unas propiedades o cualidades mejores, y esa superstición le pierde moralmente ante Dios.

1 Corintios 10:23-33: Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. (24) Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.  (25)  De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; (26) porque del Señor es la tierra y su plenitud.(P)  (27)  Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia.  (28)  Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud.  (29)  La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro. Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?  (30)  Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias?  (31)  Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.  (32)  No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios;  (33)  como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.

Romanos 14:14-23: Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.  (15)  Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.  (16)  No sea, pues, vituperado vuestro bien;  (17)  porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.  (18)  Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.  (19)  Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.  (20)  No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.  (21)  Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.  (22)  ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.  (23)  Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

 

No dude en contactarme las veces que lo necesite, estaré encantado de ayudarle en todo lo que esté en mi mano, y Dios quiera.

 

 

Afectuosamente en Cristo.

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

 

 

 

 

 

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