Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

¿Subsisten en Jesús dos personas, divina y humana?

 
 
¿Se despojó el Hijo de Dios de su Deidad al encarnarse?
 
Versión: 06-11- 2021

 

 

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

El fundamento de nuestra fe cristiana es Jesucristo (1 Co. 3:11), “el Hijo del Hombre” (Mt. 8:20; 9:6; 10:23; 12:8; 26:63-67; etc.). Esta creencia –de ser  verdadero hombre–, es asumida por prácticamente la mayoría de los cristianos, y la admiten sin dificultad los no cristianos, incluso los incrédulos.

1 Corintios 3:11: Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.

Mateo 9:6: Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa

Mateo 26:63-64: Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. (64) Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.

Sin embargo, la dificultad surge cuando la Biblia nos revela que Jesucristo es, además de Hombre, el Hijo de Dios –“el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre” (Jn. 1:18)–, como prueban pasajes como el anterior del Evangelio según San Mateo (26:63-64), y otros muchos que existen en el Nuevo Testamento (Mt. 3:17; 14:33; 28:19; Jn:1:49; 3:13,16; Ro. 8:3; Gá. 4:4; 2 P. 1:17; 1 Jn. 1:3; 2:22; 5:10-12; etc.), e incluso en el Antiguo Testamento (2 S. 7:12-16; Sal. 2:7-9, 11-12; cf. Heb. 1:5). A continuación selecciono unos cuantos textos que se refieren a Jesús como el Hijo de Dios, el Unigénito y Primogénito del Padre (Jn. 1:18; Heb.1:1-10).

Mateo 3:17: Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.

Juan 1:18: A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

Juan 1:49: Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

Juan 3:13,16: Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. [...] (16) Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

1 Juan 5:10-12: El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. (11) Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. (12) El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

Hasta aquí la breve transcripción de unos pocos textos escogidos entre los muchos que registra el Nuevo Testamento. Sinceramente, he sentido pena de limitarme solo a los citados arriba, para no abrumar a mis lectores. Pero no me resisto a citar de los dos primeros capítulos de la Epístola a los Hebreos –con algo de contexto para que se entienda mejor–, porque en ellos se encuentra el cumplimiento de los pasajes mencionados arriba del Antiguo Testamento (2 S. 7:12-16; Sal. 2:7-9, 11-12; cf. Heb. 1:5; Hch. 13:33).

Hebreos 1:1-9: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, (4) hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. (5) Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:  Mi Hijo eres tú,  Yo te he engendrado hoy, y otra vez:  Yo seré a él Padre,  Y él me será a mí hijo?(B) (6) Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. (7) Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. (8) Mas del Hijo dice:  Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;  Cetro de equidad es el cetro de tu reino. (9) Has amado la justicia, y aborrecido la maldad,  Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,  Con óleo de alegría más que a tus compañeros.

Hebreos 2:5-15: Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; (6) pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites? (7) Le hiciste un poco menor que los ángeles,  Le coronaste de gloria y de honra,  Y le pusiste sobre las obras de tus manos; (8) Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. (9) Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. (10) Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. (11) Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, (12) diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré. (13) Y otra vez:  Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. (14) Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, (15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

La manera simplista que muchos tienen para obviar o evitar este inconveniente –la encarnación de la Persona divina del Verbo (Jn 1:1-3), el Hijo de Dios, que tomó la naturaleza humana –, es creer que Jesucristo es hijo de Dios en el sentido de ser una criatura más, como el resto de seres inteligentes que Dios ha creado, como los ángeles, que son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Heb. 1:14), o los propios seres humanos. A ambos grupos la Biblia les llama igualmente “hijos de Dios” (Job 1:6; 2:1); pero la Palabra de Dios distingue, en el grupo de los seres humanos, los que son hijos de Dios, de los que son hijos de los hombres (Gn. 6:2; cf. Mt. 5:9,45; Ro. 8:14-16,29; etc.).

Génesis 6:2: que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.

Mateo 5:9: Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Mateo 5:44-48: Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Romanos 8:14-17: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Esta distinción entre “hijos de Dios” e “hijos de los hombres” se debe a que todos los seres humanos nacemos como seres caídos, y rebeldes a Dios, y por tanto, necesitamos ser regenerados o nacidos de nuevo por Dios (Jn. 3:3,5-6), para poder recibir el Espíritu Santo (Ef. 1:13-14; Ro. 8:9; 1 Co. 3:16; 6:19-20), y ser adoptados, a partir de ese momento, como hijos de Dios (Ro. 9:8; Gá 3:26; Ef. 1:3-5).

Romanos 9:8: Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.

Gálatas 3:26: pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;

Efesios 1:3-5: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, (4) según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, (5) en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.

En este estudio bíblico trataré de presentar los argumentos y textos bíblicos que prueban que Jesucristo es el Hijo de Dios, no creado sino engendrado eternamente por el Padre, y, por tanto, consustancial con Él, de su misma esencia, y con sus mismos atributos y cualidades, es decir, eterno, inmutable, omnipotente, omnisciente, infinito en todo: santo, perfecto, justo, bondadoso, misericordioso, etc.

Dada la incredulidad que se ha alcanzado en nuestro siglo XXI sobre la divinidad de Jesucristo, es muy procedente que me atreva a abordar este tema con el que, además, intentaré responder a las siguientes cuestiones que me plantea un estimado lector de mi web https://amistadencristo.com.

“Sabemos por las Escrituras que Jesús era Dios (Juan 1:1). Y Filipenses 2:7 dice que Él se despojó de sí mismo para tomar forma de siervo, la pregunta clave es:

¿Renunció Jesucristo a sus cualidades y atributos divinos para ser igual al hombre?

De haber renunciado Jesucristo a su divinidad, ¿discreparía con lo que dice Malaquías 3:6 (“Porque yo Jehová no cambio;..”) y Hebreos 13:8 (“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”) al decir que Dios no cambia?

¿Tenía Jesús poderes intrínsecos para realizar todos los milagros que hizo y para resucitarse a sí mismo?

Jesucristo luego de su muerte fue recibido en gloria en el cielo (1Timoteo 3:16) ¿qué quiere significar el ser recibido en gloria?

¿Se podría entender Apocalipsis 5 como el evento donde Jesucristo recupera los atributos intrínsecos y su divinidad a los cuales Él había renunciado en Filipenses 2:7?”

En lo que sigue –el cuerpo de este estudio, si Dios tiene a bien inspirarme–, intentaré responder a todas estas interesantes y profundas preguntas, planteadas arriba.

2. Jesucristo es el Hijo de Dios, no creado sino engendrado eternamente por el Padre

En algunos de los versículos bíblicos presentados arriba se ha podido comprobar que Jesucristo es Hijo de Dios de una manera única, y totalmente distinta de la de los seres inteligentes creados por Dios. De ahí que toda persona que acepte, de forma imparcial, la totalidad de Su Revelación contenida en la Santa Biblia, no puede negar las muchas evidencias que existen en ella sobre la Divinidad de Jesucristo.

Solo con analizar con imparcialidad, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, el pasaje de la Epístola a los Hebreos, presentado antes en la introducción de este artículo, podremos obtener una primera y fundamental prueba de la Divinidad de Jesucristo:

Hebreos 1:5-9: Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:  Mi Hijo eres tú,  Yo te he engendrado hoy, y otra vez:  Yo seré a él Padre,  Y él me será a mí hijo? (6) Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. (7) Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. (8) Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;  Cetro de equidad es el cetro de tu reino. (9) Has amado la justicia, y aborrecido la maldad,  Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.

Primero de todo, recordemos que el autor inspirado de esta Epístola a los Hebreos, probablemente San Pablo, en el versículo 1:5, cita las palabras registradas en el Salmo 2:7 (Antiguo Testamento), que fue escrito, unos mil años a.C., e iluminado por el Espíritu Santo, las interpreta como cumplidas en Jesucristo. Y, aunque no podamos entender a Dios en su totalidad, al menos, deberíamos ser capaces de creer y aceptar con humildad que, Él, en Su Palabra, se nos ha revelado como un Ser de triple personalidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mt. 28:19-20)–, por lo que le debemos estar agradecidos, porque, de no haber sido así, jamás los seres humanos le hubiéramos conocido.

Mateo 28:18-20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. (19) Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén

Notemos que en los textos, de la Epístola a los Hebreos, citados arriba, Dios revela su condición de Padre, porque “Hoy ha engendrado al Hijo”. ¿Cuándo es “Hoy” para Dios? Se puede intuir, puesto que sabemos que Él es eterno, que no tiene principio ni fin; Él existe, pues, desde la eternidad hasta la eternidad, en un eterno presente: “Hoy”. Pero el tiempo empezó a contar cuando Dios creó el universo: “En el principio creó Dios los cielos y la Tierra” (Gn. 1:1). Por tanto, el universo no es eterno sino que fue creado junto con el tiempo.

¿Cuándo engendró Dios a Su Hijo? Hoy: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. (2) Este era en el principio con Dios. (3) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-18). Observemos que “el principio”, cuando “creó Dios los cielos y la Tierra” (Gn. 1:1), fue el comienzo del tiempo, y, entonces, “el Verbo” ya “era”, es decir, el Logos, la Palabra de Dios, existía desde la eternidad. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14).

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne,  Justificado en el Espíritu,  Visto de los ángeles,  Predicado a los gentiles,  Creído en el mundo,  Recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16).

Si como demuestra la Sagrada Escritura, Dios es Padre porque engendró a Su Hijo, el Verbo/la Palabra, para que sea inmutable como Él mismo declaró –“Yo, Yahvé/Jehová, no cambio…” (Éx. 3:14; Mal. 3:6; Heb. 1:11-12; Stg. 1:17)–, necesariamente, no pudo haber existido un instante en el que Dios no tuviera la condición de Padre; y, a la par,  simultáneamente, el Verbo también ha de tener Su condición de Hijo desde la eternidad, porque es tan inmutable y eterno como el Padre.

La generación eterna del Hijo.

A fin de complementar lo que antecede, y, al mismo tiempo, aclarar y ampliar el concepto de la generación eterna del Hijo, cito del libro Teología Sistemática de Luis Berkhof.

“La propiedad del Hijo es ser eternamente engendrado del Padre (lo que brevemente se llama "filiación"), y participa con el Padre en la espiración del Espíritu. […] En relación con la generación del Hijo hay varias particularidades que merecen insistencia:

a. Es un acto necesario de Dios. Orígenes, uno de los primerísimos que hablaron de la generación del Hijo, lo consideraba como un acto dependiente de la voluntad del Padre y por tanto libre. Otros, en diversos tiempos expresaron la misma opinión. Pero Atanasio y otros vieron claramente que una generación dependiente de la voluntad opcional del Padre, habría convertido en contingente la existencia del Hijo y lo habría despojado de su Deidad. Luego el Hijo no sería igual al Padre y consustancial con Él, porque el Padre existe necesariamente y no puede concebirse como no existente. La generación del Hijo debe considerarse como un acto necesario y perfectamente natural de Dios. Esto no significa que no tenga relación con la voluntad del Padre en ningún sentido de la palabra. Es un acto de la voluntad necesaria del Padre, que significa que su voluntad concomitante toma perfecta delicia en ello.” (1)

“b. Es un acto eterno del Padre. Esto naturalmente se sigue de lo precedente. Si la generación del Hijo es un acto necesario del Padre de tal manera que resulta imposible concebirlo como no generando, entonces ese acto de generación participa de la eternidad del Padre. Esto no significa, sin embargo, que es un acto que fue terminado en un muy distante pasado, sino más bien, que es un acto que no pertenece al tiempo, acto de un eterno presente, un acto siempre continuo y ya siempre completo. Su eternidad se deduce, no solamente de la eternidad de Dios, sino también de la divina inmutabilidad y de la verdadera deidad del Hijo. Además, esto también se infiere de aquellos pasajes de la Escritura que enseñan o bien la preexistencia del Hijo o su igualdad con el Padre, Miq. 5: 2; Juan 1: 14 y 18; 3: 16; 5: 17, 18, 30 y 36; Hech. 13: 33; Juan 17: 5; Col. 1: 16; Heb. 1: 3. […]

c. Se trata de una generación de subsistencia personal más bien que de la esencia divina del Hijo. Algunos se han expresado como si el Padre generara la esencia del Hijo; pero esto equivaldría a decir que Dios genera su propia esencia, porque la esencia de ambos, Padre e Hijo, es exactamente la misma. Es mejor decir que el Padre genera la subsistencia personal del Hijo, pero que por eso mismo le comunica la esencia divina en su totalidad. Nada más que, al hacer esto, debemos cuidarnos de admitir la idea de que el Padre primero generó a una segunda persona, y luego le comunicó la esencia divina porque eso nos llevaría a la conclusión de que el Hijo no fue generado de la esencia divina, sino creado de la nada. En la obra de generación, hubo una comunicación de esencia; fue un acto indivisible. Y en virtud de esta comunicación el Hijo también tiene vida en sí mismo. Esto está de acuerdo con las palabras de Jesús: ‘Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al hijo el tener vida en sí mismo’ (Juan 5: 26)”. (2) .

“d. Se trata de una generación que debe concebirse como espiritual y divina. En oposición a los arrianos que insistían en que la generación del Hijo necesariamente implicaba separación o división en el Ser Divino, los Padres de la Iglesia insistieron en que la generación no debe concebirse al modo que pasa en las criaturas físicas, sino que debe reconocerse como espiritual y divina, excluyendo toda idea de división o cambio. La generación trae distinctio y distributio pero no diversitas ni divisio en el Ser Divino. (Bavinck) La más sorprendente analogía de la generación la hallamos en el pensamiento y la palabra del hombre, y la misma Biblia parece señalar a esto cuando habla del Hijo como del Logos.

e. Podemos dar de la generación del Hijo, la siguiente definición: Es aquel acto necesario y eterno de la primera persona de la Trinidad, por medio del cual, dentro del Ser divino está la base para una segunda subsistencia personal semejante a la misma del Padre, y pone a esta segunda persona en posesión de la completa esencia divina, sin ninguna división, enajenación o cambio.” (3)

3.0. Argumentos y textos bíblicos que prueban la Deidad de Jesucristo

Cito ahora solo algunos textos adicionales que prueban la divinidad de Jesucristo, como Hijo de Dios, de la misma esencia, única e indivisible, del Padre, no pretendiendo ser exhaustivo, porque son muchos los pasajes bíblicos que existen al respecto en la Biblia.

3.1. La Biblia confirma expresamente la Deidad de Jesucristo, el Hijo de Dios (Jn. 1:1-2; Ro. 9:5, Fil:2:6; Tito 2:13; 1 Jn. 5:20).

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. (2) Este era en el principio con Dios. (3) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (4) En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:1-4).

“Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. (27) Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. (28) Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! (29) Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:26-29).

“Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; (4) que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; (5) de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Romanos 9:3-5).

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:5-11).

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, (12) enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, (13) aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, (14) quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14).

“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. (20) Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna. (1 Juan 5:19-20)

3.2. El Hijo de Dios es todopoderoso como el Padre.

“…Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Jn. 5:19). Si el Hijo no fuera todopoderoso como el Padre, no podría hacer todas las cosas que hace Dios el Padre.

3.3. Dios Padre creó el universo y todo lo que existe mediante Su Hijo

“Todas las cosas por él [el Verbo] fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3).

“Él [Jesucristo] es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. (16) Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. (17) Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; (18) y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia,(C) él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; (19) por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Colosenses 1:15-19).

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, (10) y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:9-10).

3.4. Jesús pudo decir: “Antes que Abraham fuese Yo soy” (Jn. 8:59).

Puesto que “Yo Soy” es la traducción del nombre de Dios (Yahweh/Yehowah), que Él reveló a Moisés (Éx. 3:13-14), los judíos “Tomaron entonces piedras para arrojárselas” (Jn. 8:59), porque creyeron que blasfemaba al hacerse igual a Dios. Observemos que Jesucristo no se asigna a sí mismo el nombre de Dios –“Yo Soy”– por casualidad, sino con todo propósito, porque Él se identifica y se revela como el Eterno, el que existe por sí mismo. Por ese motivo Jesús lo repite en varias ocasiones más, y acentúa la importancia de creer que Él es el “Yo Soy” o “el que es”, como condición de salvación para los seres humanos. Comprobémoslo en los siguientes textos:

“Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. (24) Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (25) Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho. (26) Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo. (27) Pero no entendieron que les hablaba del Padre. (28) Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. (29) Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada. (30) Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él." (Juan 8:23-30)

“[…] Una indicación de la verdadera esencia de Dios se encuentra en el nombre Jehová que según la interpretación dada por Dios mismo, significa, "Yo Soy el que Soy" [Éx. 3:14]. Fundándose en este pasaje la esencia de Dios se encontraría en el mismo hecho de ser, es decir, en la existencia abstracta, que interpretada significa, existir por sí mismo, permanecer en uno mismo, o gozar de absoluta independencia. Repetidamente se cita otro pasaje que contiene una indicación de la esencia de Dios, y que es lo que más se acerca a una definición bíblica; es a saber Juan 4: 24: "Dios es Espíritu, y los que lo adoran necesitan adorarlo en Espíritu y en verdad” […] (4)

3.5. El Hijo tiene vida en sí mismo (Jn. 5:26), por tanto, es igual al Padre.

“Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo" (Jn. 5:26).

“Porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. (21) Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. (22) Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, (23) para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. (24) De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. (25) De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. (26) Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; (27) y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. (28) No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; (29) y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:19-29).

3.6. Solo una Persona Divina puede conocer esencialmente a otra Persona Divina, solo el Ser infinito y eterno –Padre, Hijo y Espíritu Santo– puede comprenderse así mismo en Sus tres Personas.

“Así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. […] (17) Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. (18) Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.Este mandamiento recibí de mi Padre.” (Juan 10:15,17-18)

“Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mateo 11:27).

“Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo,( y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mt. 11:27; cf. Lc. 10:22).

3.7. Conocer a Jesús, el Hijo de Dios,  es conocer al Padre

“Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. (8) Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. (9) Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? (10) ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. (11) Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras” (Juan 14:7-14).

3.8. Solo una Persona Divina como es el Hijo de Dios puede poseer todo lo que es del Padre

“Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:15).

3.9. Jesús es el camino al Padre

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

3.10. Jesucristo es la resurrección y la vida

“De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. (26) Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; (27) y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. (28) No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; (29) y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:25-29).

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25)

3.11. Jesucristo es el Autor de la vida

“El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. (14) Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, (15) y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” (Hechos 3:13-15).

“Yo y el Padre uno somos. (31) Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. (32) Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? (33) Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn. 10:30-33).

3.12. Termino y completo este epígrafe con la siguiente cita del libro Teología Sistemática de Luis Berkhof , que confirma y corrobora lo que antecede.

[…] “La deidad del Hijo fue negada en la Iglesia primitiva por los ebionistas y los alogos, y también por los monarquianos dinamistas y los arrianos. En la época de la Reforma, siguieron el ejemplo de aquellos los Socinianos, hablando de Jesús como de un mero hombre. Toman la misma posición Schleiermacher, Ritschl, una hueste de eruditos anchos (liberales), particularmente en Alemania; los Unitarios, los Modernistas y los Humanistas de la actualidad. Les resulta posible hacer tal negación a aquellos que desatienden la Escritura, puesto que si la atendieran hallarían que la Biblia contiene abundancia de evidencia de la deidad de Cristo.

a. Encontramos que la Escritura explícitamente afirma la deidad del Hijo, en pasajes como Juan 1:1; 20:28; Rom. 9:5; Fil 2:6; Tit. 2:13; I Juan 5:20.

b. Le aplica nombres divinos, Is. 9:6; 40:3; Jer. 23:5,6; Joel 3:32 (compárese Hech. 2:21); 1 Tim. 3: 16.

c. Se le reconocen atributos divinos, como la existencia eterna (Is. 9:6; Juan 1:1-2; Apoc. 1:8; 22:13), omnipresencia (Mat. 18:20; 28:20; Juan 3:13), omnisciencia (Juan 2:24-25; 21:17; Apoc. 2:23), omnipotencia (Is. 9:6; Fil 3:21; Apoc. 1:8), inmutabilidad (Heb. 1:10-12; 13:8), y en general cada uno de los atributos que pertenecen al Padre (Col. 2:9)." (5)

"d. Habla de El cómo hacedor de obras divinas, como la creación (Juan 1:3,10; Col. 1:16; Heb. 1:2,10), la Providencia (Lc. 10:22; Juan 3:35; 17:2; Ef. 1:22; Col. 1:17; Heb. 1:3), el perdón de los pecados (Mat. 9:2-7; Marc. 2:5-10; Col. 3:13); la resurrección y el juicio (Mat. 25:31,32; Juan 5:19-29; Hech. 10:42; 17:31; Fil 3:21; 2 Tim. 4:1, la disolución final y la renovación de todas las cosas, Heb. 1:10-12; Fil 3:21; Apoc. 21: 5, y

e. Le tributa honores divinos, Juan 5: 22-23; 14:1; 1 Cor. 15:19; 2 Cor. 13:13; Heb. 1:6; Mat. 28:19.

3.13. El lugar del Hijo en la Trinidad económica*

Debería notarse que el orden de existencia en la Trinidad esencial u ontológica se refleja en la Trinidad económica. El Hijo ocupa el segundo lugar en las opera ad extra. Si todas las cosas son por el Padre, todas son por medio del Hijo (1 Cor. 8:6). Si al primero se le presenta como la causa absoluta de todas las cosas, el segundo se destaca claramente como la causa mediante. Esto se aplica en la esfera natural en donde todas las cosas son creadas y mantenidas por medio del Hijo, Juan 1:3,10; Heb. 1:2-3. Él es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (Juan 1: 9). También se aplica a la obra de redención. En el Consejo de Redención, Él se comprometió a ser el Fiador de su pueblo y a ejecutar el plan de redención hecho por el Padre (Sal 40:7-8); Él logra esto más particularmente en su encarnación, sufrimientos y muerte (Ef. 1: 3-14). En relación con su función se le adjudican especialmente los atributos de sabiduría y poder (1 Cor. 1:24; Heb. 1:3), y de misericordia y gracia (2 Cor. 13:13; Ef. 5:2,25)."(6)

*Nota aclaratoria del significado de "la Trinidad económica"

Se refiere a cómo las tres Personas se relacionan entre sí y con el mundo. En teología el término "económico" (del griego oikonomía: administración, gestión, puesta en marcha) alude siempre a la realización del plan de Dios sobre el hombre, en contraposición al ser de Dios en sí mismo (= "inmanente"). […] La trinidad económica es la Trinidad manifestada en la realización de la salvación del hombre por Dios". (7)

4. Jesucristo como Hijo del Hombre, ¿en qué se diferencia con otro ser humano y en qué se asemeja?

Según las Sagradas Escrituras, y como hemos comprobado en lo que antecede, el Hijo de Dios, que es la segunda Persona de la Divinidad –por tanto, verdadero Dios–, al encarnarse, se hizo verdadero Hombre. Ahora desarrollaremos la cabecera de este epígrafe mediante los siguientes puntos:

4.1. Cómo es el Hombre Jesús

4.1.1. ¿En qué se diferencia de cualquier ser humano?

Como todo ser humano, Jesús nació de una mujer (Gá. 4:4), y entró a formar parte de la historia de la humanidad, en el tiempo y en el espacio. Él se distingue de nosotros en que fue concebido en el seno de la virgen María al ser engendrado por el Espíritu Santo (Mt. 1:20; cf. Lc. 1:30-35).

Gálatas 4:4: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley.

Mateo 1:18-21: El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. (19) José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. (20) Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. (21) Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

San Lucas nos da más detalles:

Lucas 1:26-35: Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, (27) a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. (28) Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. (29) Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. (30) Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. (31) Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. (32) Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; (33) y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. (34) Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. (35) Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”.

4.1.2. Marco histórico y acontecimientos relacionados con la concepción de Jesús

El tiempo histórico a que se refiere el versículo citado arriba (Gá. 4:4) inició su cumplimiento en el momento registrado por San Lucas, cuando: Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, (27) a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María” (Lc. 1:26-27).

Notemos la precisión de los datos históricos que nos proporciona el Evangelista, especialmente porque indica el mes exacto –el sexto– en el que “el ángel Gabriel”, “enviado por Dios”, visitó a la virgen María en Nazaret de Galilea. Este mes sexto fue el momento histórico en el que el Espíritu Santo escogió engendrar en el seno de la virgen María a Jesús, tan pronto como ella dio su consentimiento, cuando dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lc. 1:38). Pero, debemos recurrir a los versículos anteriores (Lc. 1:5-25), para saber desde dónde empieza a contar el citado periodo de tiempo.

“Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías…; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. (6) Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. (7) Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada” (Lc. 1:5-7).

4.1.3. ¿Qué fue lo que ocurrió, según San Lucas, seis meses antes de que María concibiera por el Espíritu Santo?

Resumiendo, y citando lo fundamental, “en los días de Herodes, rey de Judea” (hacia el año 6/5. a.C.), el ángel Gabriel, seis meses antes de visitar a María, se le había aparecido al sacerdote Zacarías a fin de comunicarle: “tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. (14) Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; (15) porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. (16) Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. (17) E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc. 1:13-17).

Se nos relata que Dios hizo el milagro de curar la esterilidad de Elisabet, una mujer de edad avanzada, y de hacer que concibiera, de su marido Zacarías, un hijo que debería llamarse Juan. Este sería Juan el Bautista, designado por Dios para “preparar el camino del Señor y enderezar sus sendas” (Mal. 3:1; Is. 40:3); el cual, unos treinta años más tarde, empezaría su ministerio predicando “el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados” (Lc. 3:3); esto ocurrió unos meses antes, o a la par, del comienzo del ministerio de nuestro Señor Jesús; porque “Aconteció en aquellos días [cuando Juan el Bautista inició su ministerio], que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán” (Mr. 1:9). Y como San Lucas registra que “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años” (Lc. 3:23), puesto que Juan era solo seis meses mayor, se confirma que ambos ministerios comenzaron prácticamente a la vez, o con solo unos meses de diferencia.

Ahora podemos comprender lo relacionado que están el nacimiento de Juan el Bautista y el de Jesús, con sus respectivos ministerios. Por eso Dios hizo que ambos personajes fueran concebidos con solo seis meses de diferencia, y que el ángel Gabriel le revelara a María: “he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; (37) porque nada hay imposible para Dios” (Lc. 1:36).

Por otro parte, el citado Evangelista proporciona un marco histórico muy minucioso que nos permite situar en el tiempo y en el espacio, el comienzo del  ministerio de Juan el Bautista, lo que inmediatamente nos permite deducir el comienzo del ministerio de Jesús, pues se produjeron hacia la misma fecha o con unos pocos meses de diferencia. Analizando los siguientes acontecimientos históricos que registra Lucas (3:1-8), se puede deducir que ellos empezaron sus respetivos ministerios hacia año 26 d.C., el año en que Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, en el rio Jordán, lo cual es confirmado también por la profecía de las setenta semanas de años (Dan. 9:24-26) (véase apartado de Bibliografía al final de este artículo). (8)

Predicación de Juan el Bautista

Lucas 3:1-8: En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, (2) y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. (3) Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, (4) como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice:  Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas. (5) Todo valle se rellenará,  Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados,  Y los caminos ásperos allanados;  (6) Y verá toda carne la salvación de Dios. (7) Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.

Marcos 1:1-8: Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. (2) Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. (3) Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas. (4) Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. (5) Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. (6) Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. (7) Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. (8) Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él [Jesucristo] os bautizará con Espíritu Santo.

El bautismo de Jesús

Marcos 1:9-11: Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. (10) Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. (11) Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

Por tanto, en primer lugar, Jesús se diferencia de todos los hombres en que fue engendrado por el Espíritu Santo.

“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. (19) José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. (20) Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. (21) Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:18-21).

San Lucas nos amplía y complementa con lo siguiente:

“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. (31) Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.(F) (32) Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; (33) y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.(G) (34) Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. (35) Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Lc. 1:30-35).

En segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, Jesús es santo desde su misma concepción y nacimiento, distinto, pues, al resto de los hombres que somos pecadores.

Evidentemente, Jesús es semejante al resto de los hombres porque nace de mujer, pero es engendrado por Dios, el Espíritu Santo. Por eso “el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:35). De ahí que el Nuevo Testamento nos recalque varias veces que Él, aunque “debía ser en todo semejante a sus hermanos” (Heb.2:17), era también distinto a todos los seres humanos, pues Jesús tenía una naturaleza humana perfecta, sin ninguna tendencia al pecado, pues fue santo desde su nacimiento, como registra San Lucas (1:35). Esto quiere decir que, al igual que Adán antes de su Caída, su voluntad estaba inclinada al bien. Cristo era “sin mancha y sin contaminación” (1ª Pedro 1:19), “no conoció pecado” (2ª Corintios 5:21), “uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15); Y sabéis que él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él [Cristo]” (1 Juan 3:5). Su vida entera fue impecable. Él necesariamente tenía que ser impecable para ejercer de Salvador de la humanidad, para lo que fue destinado por Dios, y para lo que Él mismo se ofreció. (Véase apartado de Bibliografía al final de este artículo) (9)

4.1.4. ¿En qué es Jesús igual a nosotros y a cualquier judío de su época?

Jesucristo, como Hijo del Hombre, es igual a nosotros en todo excepto en el pecado (Hebreos 4:15).

Hebreos 4:15: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Consideremos ahora algunos  rasgos y características típicos de los humanos, y que también Jesús experimentó a lo largo de su vida, como, por ejemplo, los siguientes:

5. Conclusión

Como hemos comprobado con lo que antecede, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre; y esto sucedió históricamente así, tal y como es revelado por Dios en la Santa Biblia, porque el Hijo de Dios –llamado también el Verbo/Logos/Palabra de Dios– siendo la segunda Persona de la Trinidad, “no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:6-8), “Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros (Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Jn. 1:14).

Jesús es verdadero Hombre y verdadero Dios, ¿significa esto que Jesucristo es persona humana y divina a la vez?

¿Podemos decir que el Hijo de Dios es una Persona divina  y Jesús de Nazaret es una sola persona humana?

Ahora es el momento de formularnos dicha pregunta, sin olvidar las que me transmitió el citado lector de mi web; pero empezando por ésta que es la más importante, porque de su respuesta correcta depende el estar en la verdadera fe cristiana, o, por el contrario caer en los errores y herejías que ha habido a lo largo de la historia de cristianismo, como, por ejemplo, la doctrina de Nestorio respecto a lo que estamos tratando.

Nestorio (c. 386-c. 451 d.C.) sostenía que “la persona de Cristo, nacida de María, no es idéntica a la persona del Verbo engendrado por el Padre; o sea, que las dos naturalezas en Cristo no están unidas hipostáticamente (secundum hypostasin o secundum essentiam) sino en una nueva persona que no es ni la persona del Verbo ni la persona del hombre, sino la persona del compuesto. Por consiguiente, en Cristo, no se pueden atribuir las propiedades divinas al hombre ni las propiedades humanas a Dios (comunicatio idiomatum)” (11) (Nestorianismo (mercaba.org)).

Esta doctrina nestoriana contradice las propias palabras de Jesús: “... Antes que Abraham fuese. Yo soy” (Juan 8:58). Aquí, Jesucristo, el Hijo del Hombre se revela identificándose a sí mismo como el “Yo soy” preexistente, que no puede ser otro que el “Yo soy” del Hijo de Dios, segunda Persona de la Trinidad. También Él nos mandó: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí…” (Jn. 14:11). Si entendemos el concepto de persona como “sujeto/individuo”, no sería ajustado a la Sagrada Escritura afirmar que en  Jesucristo hay dos Personas –la Divina y la Humana–, porque entonces en Él existirían dos sujetos o dos individuos a la vez. Por tanto, se distinguiría la Persona del Jesucristo Hombre, de la Persona del Verbo, lo cual no dejaría de ser un absurdo, porque el Verbo no habría tomado la naturaleza humana para sí mismo cuando se hizo carne, sino que el Hijo de María engendrado por el Espíritu Santo, sería una persona humana pero distinta a la Persona del Verbo.

Así queda planteado el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, segunda Persona de la Deidad. Puesto que en Jesucristo existen dos naturalezas, la divina y la humana, ¿es Él además de ser una Persona divina, también una Persona humana?

El Credo del Concilio de Calcedonia que la Iglesia católica celebró en el año 451 d.C. resumió la enseñanza bíblica acerca de la Encarnación, con el siguiente enunciado:

“Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres. Así, pues, después de que con toda exactitud y cuidado en todos sus aspectos fue por nosotros redactada esta fórmula, definió el santo y ecuménico Concilio que a nadie será lícito profesar otra fe, ni siquiera escribirla o componerla, ni sentirla, ni enseñarla a los demás.” (12) (Concilio de Calcedonia - Wikipedia, la enciclopedia libre)

Cito a continuación del siguiente artículo de Internet: ¿Cómo puede Jesús ser Dios y hombre? | Desiring God

“Existen cinco verdades principales con las que el Credo de Calcedonia resumió la enseñanza bíblica acerca de la Encarnación.

Un entendimiento apropiado de estas verdades aclara mucha confusión y numerosas dudas que tal vez tengamos en nuestras mentes. ¿Cómo puede Jesús ser Dios y hombre al mismo tiempo? ¿Por qué esto no lo hace dos personas? ¿Cómo se relaciona su Encarnación a la Trinidad? ¿Cómo pudo Jesús haber tenido hambre (Mateo 4:2) y morir (Marcos 15:37) cuando estaba en la tierra, y aún ser Dios? ¿Abandonó Jesús algunos de sus atributos divinos en la Encarnación? ¿Por qué es impreciso decir que Jesús es una 'parte' de Dios? ¿Sigue siendo Jesús humano ahora, y todavía Él tiene su cuerpo humano?” (13)

A este respecto, he encontrado en Internet el artículo titulado Jesús, la Persona del Hijo, que plantea precisamente este tema, en un loable intento de explicar este profundo misterio de la encarnación del Hijo de Dios:

“[…] En qué sentido puede hablarse correctamente hoy de ‘persona humana’ de Jesús sin traicionar la fe cristológica ni el dogma de Calcedonia: concretamente, sin negar su divinidad ni terminar adjudicándole una duplicidad de sujetos.

La clave para ello está en no partir de las expresiones de Calcedonia para desde allí deducir más consecuencias ontológicas para la realidad de Jesucristo. No era eso lo que el concilio pretendía. "En lugar de eso vamos a entender el dogma como interpretación de la realidad histórica de Jesús y su relación con el Padre". "Nuestro punto de partida es el modo como se han revelado Dios y el hombre en la obediencia de Jesús para con su Padre y en su servicio por nosotros 39. Es allí, en la relación filial vivida como obediencia incondicional pero verdaderamente humana, libre y creada que se expresa el amor de Dios en la vida concreta de Jesucristo. Si Jesús es verdaderamente la presencia en medio de nosotros del amor de Dios mismo, es porque él, como hombre, en su realidad libre e histórica, realiza la mayor unidad del hombre con Dios y de Dios con el hombre, como relación y destino de filiación." (14)
[…]
"Así las cosas, lo propio de la persona del Hijo no es otra cosa que el decirse a sí mismo como entrega absoluta y filial al Padre de quien se recibe gratuitamente como Hijo. Esta referencia total de sí al Padre es la que puede expresarse como obediencia y entrega incondicional en la dimensión económica. Jesús no se comprende a sí mismo desde una vinculación personal con el Logos o con una vaga naturaleza divina. No hay testimonio de ello en las Escrituras. Jesús entiende toda su existencia desde el Padre, se entiende como su Hijo amado, que recibe su origen, su misión y su destino desde el Padre y solo puede vivir y realizar su identidad desde esta referencia, desde y en esta relación. Es así que expresa en su propia historia y realidad humana, su identidad de Hijo único del Padre.

Precisamente porque (y no: aunque) Jesús se sabía totalmente uno con el Padre, tenía al mismo tiempo, una conciencia absolutamente humana, hacía preguntas, crecía en edad y sabiduría (cf. Lc 2: 52). Su conciencia de unidad con el Padre no era pues, un saber objetivo, sino una especie de existencia y orientación fundamental que adquiría su concreción en las situaciones siempre sorprendentes, en las que Jesús veía en concreto cuál era la voluntad de Dios. 42

Lo que Calcedonia expresaba en términos algo abstractos y estáticos como conjunción de dos naturalezas inconfuse et indivise en la única persona del Hijo, debe interpretarse hoy desde la perspectiva dinámica del NT que narra la vida de Jesús como plena autocomunicación del amor de Dios. Se trata de un envío, de un devenir del Hijo en la carne. Es verdaderamente el Hijo quien abandonando su condición divina se anonadó, tomó la condición humana y puso su morada entre nosotros, asumiendo plenamente nuestra condición humana.

Por eso afirma Kasper en una formulación cumbre de su obra:

Por eso, la humanidad de Jesús está unida con el Logos hipostáticamente de una manera humana, es decir, de un modo que incluye la libertad y la conciencia humana. Precisamente, al no ser Jesús otro que el Logos, es también persona humana en el Logos y por el Logos. Dicho de otra manera: la persona del Logos es la persona humana" 43 (15)
[…]
"Las personas divinas deben su existencia y su identidad a sus mutuas relaciones subsistentes, a su mutua implicación y pertenencia perijorética. No son meras substancias individuales, autónomas, subsistentes en forma independiente cada una por sí misma. Ellas reciben y realizan eternamente su existencia como infinito intercambio de amor divino infinito. En la Trinidad, el Hijo de Dios tiene su mismo acto de ser existiendo como plena realización del amor filial, como amor de recepción y donación filial de sí, desde y hacia el Padre en la unidad del Espíritu. El Hijo, precisamente por ser aquel que tiene toda su identidad y existencia personal en la realización perfecta de esta relación de filiación, es decir, en ser el Hijo único amado del Padre, no pierde su identidad por despojarse de su condición divina y devenir hombre, para continuar existiendo como Hijo, como acto de ser de filiación pero que se dice ahora, en el ámbito de lo creado, como verdadera persona humana." Es el acto viviente de la persona del Verbo, que pone en esta humanidad su propiedad subsistente de Hijo" 44. El acto de existir como Hijo que constituye la persona del Logos, puede devenir realizándose ahora en el ámbito de lo creado, por medio de un nuevo nacimiento, que le permite existir, vivir y darse como persona plenamente humana en Jesús.

Es lo que ya sostenía A. Grillmeier cuando afirmaba que "el Logos se hizo carne, es decir, su physis una e indivisible se hizo carne y sigue siendo la misma physis única en esta realidad de la carne" 45. Porque el hombre ha sido creado desde el comienzo a imagen del Hijo, es que el Hijo puede realizar su acto de existir en la naturaleza humana sin perder su identidad de Hijo único y eterno.

Sin romper la exigencia calcedónica de afirmar un único sujeto, y mantener la verdadera humanidad y la verdadera divinidad de Jesucristo, la fórmula de Kasper permite articularla no en la forma de una yuxtaposición estática, sino como comprensión dinámica del acontecer kenótico del misterio de la encarnación." (16)
[…]
"Es en este nuevo escenario que la cristología "hoy se plantea la cuestión de si es posible decir que Jesucristo es una persona humana" 47.

En la perspectiva de la teología contemporánea, afirma Bernard Sesboüé, "sería un error muy grave si se dedujera de la ausencia de una persona humana de Cristo en el sentido antiguo, la ausencia de una personalidad humana, en el sentido moderno" 48. Porque es cierto que los cristianos de hoy podrían sentirse algo "perplejos si les decimos que Jesús no era una persona humana." (17)

[…]
"Esta expresión permite por otro lado refutar la objeción fundamental que ya nos habíamos encontrado: ¿cómo sería Jesús un hombre verdadero, plenamente un hombre si estuviera desprovisto de aquello que hace al valor más precioso del hombre, la personalidad? Si se responde que tiene una personalidad divina, ¿qué significa esta respuesta? ¿Es que el hombre-Jesús tiene una personalidad divina? Esto no puede entenderse más que de la manera dicha: una personalidad que tiene un hombre es una personalidad humana. Se debe decir entonces: La Persona divina, encarnándose, ha devenido una persona humana, sin cesar de ser una persona divina, la segunda persona de la Trinidad. 57

[…] Existe siempre una sola persona ontológica: la persona del Hijo. No hay dos sujetos. Pero ese Hijo único, por la encarnación, asume el devenir hombre en su mismo ser, para realizar ahora su filiación única e irrepetible, en la vida, la historia y la persona del hombre Jesús.

Pero hay que decir más. Porque en Jesucristo no hay dos sujetos subsistentes y distintos en el sentido ontológico del término, el Verbo de Dios se hizo verdaderamente persona humana en Jesús. La encarnación del Hijo de Dios es una verdadera humanización [...]. El Hijo de Dios hizo suyas todas las características de la persona humana: vivió una existencia histórica y humana". 58 (18)

[…]
"El recorrido hecho hasta aquí y los autores citados han servido para mostrar este nuevo consenso cristológico de la teología contemporánea. Pero eso no legitima, claro está, el descuido de caer en el error contrario. No se trata de negar u olvidar ahora la verdadera divinidad ontológica de Jesús, ni de reducirlo a un mero mártir más de la historia de la humanidad. Por el contrario, "Jesús, en efecto, más que cualquier otra persona, fue una personalidad completamente original: en él el Hijo de Dios hizo personalmente la experiencia del vivir humano en el acontecer histórico" 59. Solo él es nuestro Salvador. Él y solo él es el Hijo único del Padre. Es verdaderamente una persona divina, la del Hijo eterno del Padre, la que ha devenido persona verdaderamente humana en el hombre Jesús. De tal manera, que también la personalidad humana psicológica de Jesús está marcada, en virtud de su mismo origen e identidad, por ser la libertad y la autoconciencia humana del mismísimo Hijo de Dios" 60.(19)

Trato ahora de dar respuesta a las preguntas del lector:

¿Renunció Jesucristo a sus cualidades y atributos divinos para ser igual al hombre?

Con rotundidad, debemos afirmar que el Hijo de Dios no se despojó de su Deidad al encarnarse, “Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos(Fil. 2:7, NVI 1999). “Él se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, en semejanza a los hombres” (parafraseado de la Versión LXX de Jünemann). Si Jesús, el Hijo de María, engendrado por el Espíritu Santo no fuera también el Hijo de Dios, consustancial con el Padre, Él sería solo un ser creado por Dios, y, por tanto, no podría habernos mostrado al Padre, ni tampoco sería capaz de redimirnos; y si no fuera “el Autor de la Vida” (Hch. 3:15) no podría haber realizado la expiación de nuestros pecados ni vencido a la muerte con su muerte en la cruz.

Por tanto, en la única Persona de Jesucristo subsisten todos sus atributos y cualidades divinos, pero Él nunca hizo uso de Su Divinidad para su beneficio personal, sino que durante su vida terrenal Él venció –como Hombre– todas las tentaciones y tomó todas sus decisiones en perfecta comunión con el Padre.

La Biblia afirma que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13.8), porque se está refiriendo al Verbo encarnado, que como Persona divina es consustancial al Padre, por tanto, eterno e inmutable como la Primera Persona de la Deidad. Cuando el Verbo tomó la naturaleza humana, su naturaleza divina no sufrió cambio alguno, pues su esencia, atributos y cualidades subsistieron  después de la encarnación sin variación alguna.

"La inmutabilidad de Dios

¿No fue Él quien habitaba en la eternidad, procedió enseguida a la creación del mundo, fue Dios encarnado en Cristo, y hace su morada en la Iglesia como Espíritu Santo? ¿No es El a quien se le representa revelándose y ocultándose, viniendo y regresando, arrepintiéndose y cambiando de intención, tratando al hombre antes de su conversión de un modo, y después de su conversión de otro modo? Compárese Ex 32: 10 14; Jonás 3: 10; Prov. 11: 20; 12: 22; Salmo 18: 26 y 27. La objeción así implicada se basa hasta cierto punto en falta de comprensión. La inmutabilidad divina no debe entenderse como si implicara inmovilidad, como si en Dios no hubiera movimiento. Hasta se acostumbra en teología hablar de Dios como actus purus, un Dios que siempre está en acción. La Biblia nos enseña que Dios entra en multiformes relaciones con el hombre, y como si así fuera, vive la vida humana con los hombres." (20)
[…]
"En realidad, el cambio no se efectúa en Dios sino en el hombre, y en las relaciones de éste con Dios. Es importante mantener la inmutabilidad de Dios en contra de la doctrina de los Pelagianos y de los Arminianos que enseñan que Dios está sujeto a cambio, ni ciertamente en cuanto a su Ser, pero sí en cuanto a su conocimiento y voluntad, en forma tal que sus decisiones en gran parte dependen de las acciones del hombre; en contra también de la idea panteísta de que Dios es un eterno devenir más bien que un Ser absoluto, y que ese inconsciente gradualmente va desenvolviéndose en consciente personalidad en el hombre; y además, en contra de la tendencia actual de algunos, de hablar de un finito, que se debate, y que gradualmente llega a ser Dios." (21)

¿Tenía Jesús poderes intrínsecos para realizar todos los milagros que hizo y para resucitarse a sí mismo?

Puesto que Jesucristo es una Persona divina, Él es omnipotente, todopoderoso e igual al Padre en todo; y en ningún momento dejó de ser Dios. Podía resucitar a los muertos, porque Cristo es “la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). Y demostró Su poder divino en muchas ocasiones durante su ministerio, a fin de probar que Él era quien decía ser: el Hijo de Dios encarnado. Por ejemplo:

Los milagros de Jesús son señales o signos cuyo fin es mostrar que Él es verdadero Hijo de Dios, y para que crean en Él y en el Reino celestial venidero.

Ahora bien, aunque Jesús tenía el poder de resucitarse a sí mismo, no le correspondía a Él decidir sobre esta acción, sino que esta obra recaía en la Persona del Padre, que libraría al Hijo de la muerte, porque Él había obtenido la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo; por eso la Palabra de Dios nos dice que fue Dios el que le resucitó; comprobémoslo:

Hechos 2:22-36: Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; (23) a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; (24) al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. (25) Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. (26) Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, Y aun mi carne descansará en esperanza;  (27) Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.  (28) Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia.(E) (29) Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. (30) Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,(F) (31) viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. (32) A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. (33) Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. (34) Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, (35) Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. (36) Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Hechos 4:10-12: sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. (11) Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. (12) Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

Romanos 4:24-25: sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, (25) el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Efesios 1:16-23: no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, (17) para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, (18) alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, (19) y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, (20) la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, (21) sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; (22) y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, (23) la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

Hebreos 13:20-21: Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, (21) os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Jesucristo luego de su muerte fue recibido en gloria en el cielo (1Timoteo 3:16) ¿qué quiere significar el ser recibido en gloria?

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:  Dios fue manifestado en carne,  Justificado en el Espíritu,  Visto de los ángeles,  Predicado a los gentiles,  Creído en el mundo,  Recibido arriba en gloria.” (1 Timoteo 3:16).

La palabra “gloria” tiene diversos significados, como, por ejemplo, “reputación”, “fama y honor extraordinarios que resultan de las buenas acciones y grandes cualidades de una persona”, “majestad”, “esplendor”, “magnificencia”, “estado [o lugar] de los bienaventurados en el cielo, definido por la contemplación de Dios” (22) (RAE); etc. Como es lógico, debemos deducir su significado según el contexto en el que se emplee dicha palabra.

En el Antiguo Testamento se nos habla mucho de la manifestación de la gloria de Jehová/Yahvé (Éx.16:10; 24:16; 33:18; 40:34; Lv. 9:23; Sal. 19:1; Ez. 1:28; 10:4,18; etc.).

En el Nuevo Testamento son muchísimos los textos que hablan de la gloria de Dios Padre,  de la gloria del Hijo, y de la gloria que alcanzaran los salvos.

1 Corintios 15:40-41: Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. (41) Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.

1 Pedro 5:4: Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.

2 Pedro 1:16-18: Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. (17) Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. (18) Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.

Juan 17:1-5: Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; (2) como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. (3) Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (4) Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. (5) Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

El libro de Apocalipsis también se refiere varias veces a la gloria de Dios Padre (Ap. 4:9,11, 7:12; 14:7; 19:7; 21:23) y la gloria del Hijo (Ap. 5:12-14; 21:23-24,26). “Gloria” en esos contextos puede significar, la dignidad, la majestad, el esplendor, la perfecta bondad, amor, felicidad, bienestar, etc. Pero siempre el contexto es el que nos acercará al concepto de “gloria” que el autor nos quiere transmitir.

Con respecto a la pregunta de si en el capítulo 5 de Apocalipsis se narra “el evento donde Jesucristo recupera los atributos intrínsecos y su divinidad a los cuales Él había renunciado en Filipenses 2:7”, ya vimos arriba que Él no había renunciado a su divinidad, porque eso era imposible, puesto que Jesucristo es Persona divina, desde la eternidad hasta la eternidad; otra cosa distinta es que Él ocultó su gloria y nunca usó su poder omnímodo en beneficio propio. Lo que recuperó es la posición de dignidad que tenía en el Cielo –sentado a la diestra del Padre, como “Rey de reyes y Señor de señores”–, antes de Su encarnación.

El Hijo de Dios se encarnó como hombre, “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Heb. 2:14). Su resurrección con un cuerpo espiritual, glorioso e incorruptible e inmortal, es la prueba de su victoria contra el pecado, la muerte y el diablo.

1 Corintios 15:21-28: Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (23) Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. (24) Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. (25) Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. (26) Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.

“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. (11) Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. (12) El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (1 Juan 5:10-12)

 

Quedo a disposición del lector para lo que pueda servirle.

 

Afectuosamente en Cristo

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 

 

 

 

 


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento
AP = Antiguo Pacto
NP = Nuevo Pacto

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan "parte primera, central o última del mismo ".

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

DHH L 1996:Biblia Dios Habla Hoy de 1996
NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.
BTX: Biblia Textual
Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman
N-C: Sagrada Biblia- Nacar  Colunga-1994
JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001
BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995
LBLA: La Biblia de las Américas
BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo

NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999

Bibliografía citada

(1) Berkhof, Luis, Teología Sistemática, ps. 98-99. Grand Rapids, Michigan, 10/08/1949

(2) Ibid. ps. 99-100

(3) Ibid. ps. 100

(4) Berkhof, Luis, Teología Sistemática, p. 32. Grand Rapids, Michigan, 10/08/1949

(5) Ibid. ps. 100-101

(6) Ibid. p. 101

(7) Nota aclaratoria sobre la Trinidad económica, 062_jungel.PDF (seleccionesdeteologia.net)

(8) Aracil, Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>.  Artículos relacionados con las fechas del nacimiento, bautismo, ministerio y muerte de Jesús:

¿Qué día murió Jesucristo?
¿Hubo dos celebraciones de Pascua en el año de la muerte de Jesús?
Nacimiento-muerte de Jesús y la profecía de las setenta semanas de Daniel
Las profecías de Daniel

(9) Aracil, Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>.  Artículos relacionados con la encarnación, vida sin pecado,  naturaleza divina de Jesucristo y otros referidos a la Trinidad de Dios:

Respuesta a cinco argumentos antitrinitarios
Argumentos para creer en la Trinidad
El Misterio de la Piedad
Los Misterios de Dios: Encarnación, vida, muerte y resurrección
¿Jesucristo es Dios hecho carne?
¿Por qué solo Jesucristo, Dios y Hombre, puede salvar?

Si Cristo es Dios ¿cómo pudo morir?
¿Ignoraba Jesucristo la fecha del fin del mundo?
¿Podía Cristo haber pecado?

¿Es Jesucristo Dios-Hombre a la vez?
1. Comentarios a ¿Es Jesucristo Dios-Hombre a la vez?
2. Comentarios a ¿Es Jesucristo Dios-Hombre a la vez?

(10) Características y alcances de la humanidad de Jesucristo | Cristo en Construcción (jorgecostadoat.cl), p. 8.

(11) Nestorianismo (mercaba.org)

(12) Concilio de Calcedonia - Wikipedia, la enciclopedia libre

(13) ¿Cómo puede Jesús ser Dios y hombre? | Desiring God

(14) Jesús, la persona del Hijo (scielo.cl), p.8

39 W. Kasper, Jesús, el Cristo. 301 y 302.

(15) Jesús, la persona del Hijo (scielo.cl), p. 9

42 W. Kasper, Jesús, el Cristo .307.

43 W. Kasper, Jesús, el Cristo. 306. Subrayado nuestro.

(16) Jesús, la persona del Hijo (scielo.cl), p.10

44 J. Moingt, El hombre ...I, 134s.

45 "La imagen de Cristo...", 346.

(17) Jesús, la persona del Hijo (scielo.cl), p. 10

47 J. O'Donnell, Introducción a la teología dogmática (Verbo Divino, Pamplona 1996) 103.

 48 B. Sesboüé, "Jesus Christus aus der Sicht der Opfer. Zur Christologie von Jon Sobrino", en Stimmen der Zeit 225 (2007) 251. En español, en versión resumida: "Jesucristo visto desde la perspectiva de las víctimas", en Selecciones de Teología 186 (2008) 119-132, 129. Si bien no queda explicado qué entiende aquí Sesboüé por "personalidad humana", el contexto pareciera sugerir que no se refiere solo a una personalidad psicológica sino más radicalmente a una plena "personeidad" humana. Por eso hablará, como vimos (cfr. supra nota 17), de una "persona humanizada". El Dios de la salvación,335.

(18) Jesús, la persona del Hijo (scielo.cl), p. 12

57 J. H. Nicolas, Synthèse Dogmatique, 340. De la conclusión del párrafo se deja ver que también aquí el término personalidad es usado como equivalente de persona, como "personeidad".

58 J. Dupuis, Introducción a la Cristología (Verbo Divino, Navarra 1994), 150

(19) Jesús, la persona del Hijo (scielo.cl), p. 13

59 J. Dupuis, Introducción a la Cristología,150.

60 Cf. G. Essen, Die Freiheit Jesu, 260-315. Es en ese sentido metafísico que puede afirmarse que Jesús "existe de una forma distinta que los demás seres humanos, a saber, gracias al mismo Logos y no solo en virtud de un acto creativo distinguible de Dios que constituye una hipóstasis humana distinta de Dios". M. Shultz, "Subjetividad, autoconciencia y conocimiento de Jesús", en A. Cordovilla - J.M. Sánchez Caro - S. Del Cura Elena (eds.),Dios y el hombre en Cristo (Sígueme, Salamanca 2006), 401. No se trata de un mero "acto de creación" de algo distinto, sino de la misma hipóstasis del Hijo, que sin perder su identidad ahora comienza a realizar su acto de existir como Hijo en una hipóstasis humana creada, verdaderamente nacida, de María.

(20) Berkhof, Luis, Teología Sistemática, ps. 53-54. Grand Rapids, Michigan, 10/08/1949

(21) Ibid. p. 54

(22) Diccionario de la Real Academia Española (RAE): significado y origen palabra gloria

 

 

 

 

 

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